La escalera de la obra de teatro de Buero Vallejo era una escalera pobre, de una casa de vecindad, una escalera con dos rellanos, con una barandilla con pasamanos de hierro, y con una polvorienta bombilla enrejada colgada del techo. Aquella escalera contaba una historia, la de los personajes, que son sus vecinos, pero era sobre todo el escenario del paso del tiempo, verdadero protagonista de la obra, que modifica algunos detalles como los cristales de las ventanas o los timbres eléctricos, pero sobre todo el aspecto de los personajes. El espacio de aquella escalera no cambia, es la esencia de la propia obra, metáfora del tiempo.
Creemos que la escalera del edificio principae aulas y talleres audiovisuales de la universidad del Grupo Planeta en Tres Cantos también cuenta una historia. Gracias a nuestra participación como directores de ejecución, hemos asistido como espectadores de primera fila a la construcción del campus y edificios dotacionales y hemos podido comprobar no solo que una obra de construcción también se desarrolla en torno a muchos personajes -aunque no cambien tanto como en la obra de Buero Vallejo- sino que esta escalera principal del hall cuenta una historia y nace con voluntad de que en ella se produzcan muchas otras historias.
Dice la memoria del proyecto que el edificio se ordena con un eje de circulación norte-sur situando los espacios de formación hacia el este y el oeste, en la zona norte se sitúa el acceso principal que se abre a un gran atrio de tres alturas entorno al que se ordena el programa. Un espacio de relación de gran amplitud desde el que palpar el ir y venir de los alumnos, y que será corazón desde el que se organizan la circulación principal del edificio con una gran escalera abierta.
Carlos Rubio planteó esta escalera como un corazón, que distribuye y oxigena. Es el elemento vertebrador del edificio y es también un ágora para las relaciones, para los pasos y paseos, para los intercambios y para la calma. Hay un croquis, como tantos elaborados por Carlos Rubio a lo largo de su trayectoria, que determina cómo será este espacio, y por extensión, los espacios a su alrededor.
Este sencillo dibujo explicaba muchas cosas: de la escalera de varios tiros en una sola dirección partían varios brazos, como vasos sanguíneos, formando un árbol de comunicaciones de ramas funcionales. El suelo es un lugar para contemplar este árbol abstracto y la potencia formal del espacio arquitectónico que se produce gracias a la gran altura del hall. En el techo se adivinan grandes troneras o lucernarios que bañarán de luz todo este enorme espacio, y enmarcando el conjunto corren galerías que animan la perspectiva, casi a modo de tribunas de una catedral, pero sin los triforios calados, porque aquí el muro lateral es solo un peto para que los alumnos puedan asomarse a la “nave principal” en cualquier momento, sin el rigor medieval de la ocultación.